Una obra espeluznante sobre unas mujeres que sufren
La
música chirriante y los efectos luminosos de una penumbra inquietante, con
sombras femeninas danzantes cubiertas con sacos, nos colocan rápidamente en una
obra que empieza desconcertando, como si fuese de espíritus.
Una
gran bombilla de luz mortecina se balancea sobre las mujeres, vigiladas por
figuras masculinas en las sombras. Estamos en una sala de torturas.
La
limpieza de las culpas es el motivo central de la obra, y las mujeres como
víctimas; los hombres como agresores y la Rusia comunista como crisol de
sufrimientos. Pero no de manera tan simple, porque aunque en ningún momento de
la obra se exculpa al régimen soviético opresor de Estonia, sí se matiza sobre
las maldades de mujeres y hombres. Ellas como anhelantes de amor y estabilidad
y ellos deseosos de sexo y poder. Pero todos con enormes deseos de sobrevivir en unas circunstancias de falta de libertad.
La
brutalidad exhibida por las figuras masculinas de los proxenetas y clientes
hampones contrasta con la inocencia y fidelidad del fiel esposo Hans, que llega
a psicotizarse de amor por Ingel, su mujer, que ha sido internada en un campo
de rehabilitación de desafectos a los soviets, delatada por su propia
hermana, Aliide.
El
desconocimiento de Hans de que su cuñada Aliide ha sido la delatora de su
esposa e hija, e incluso partícipe de torturas de la propia niña de 10 años, lo
sitúa fuera de toda realidad, lo que le lleva a enloquecer por no ser capaz de
entender, además de vivir escondido en un sótano durante años.
Aliide
se casa entonces con un comisario político de su pueblo, Martin, un ambiguo
personaje del que Aliide se hace la ilusión de que no participa en las torturas
de los soviéticos a sus paisanos. Ella está enamorada de Hans, al que intenta seducir infructuosamente, y los tres comparten casa, sólo que Hans vive
oculto a los ojos de Martin. Finalmente Aliide acaba con Hans después de ser herido en una refriega contra los comunistas con objeto de que Martin no la descubra como encubridora.
Zara
aparece años después en escena; es una rusa estonia que viene huyendo de
Vladivostok y ha sido prostituta en Canadá. Cuando recala en la casa de la ya
anciana y viuda Aliide, para disipar sus recelos le dice “No soy ninguna
ladrona”. Porque en realidad es una asesina.
Lavrenti
es un personaje siniestro de nuevo cuño, fruto de la disgregación de la URSS.
Ha trabajado durante 25 años para el KGB y después de la caída del Muro se
dedica a la explotación sexual de jóvenes rusas. Forma con el mafioso Paša una
asociación de conveniencia para hacerse ricos de cualquier modo. Y son ellos los opresores de Zara.
La
mujer aparece constantemente como objeto sexual sin oposición posible. Y es en
este contexto vil y degradante en el que Zara comete su crimen sobre un cliente que la humillaba.
Ahora
Aliide y Zara, unidas por los abusos sexuales y el crimen, se descubren como
parientes con una tétrica relación familiar: Aliide ha sido la delatora de su
abuela y culpable indirecta de las desdichas de Zara.
Zara
quiere torturar a Allide para que hable, y así la violencia se convierte en un
sistema relacional para solucionar conflictos atávicos (la violencia engendra
violencia).
Finalmente Lavrenti acaba con Paša en casa de Aliide y Zara huye con él a Tallin, a la esperanza y al olvido.
Las maneras del director
José Herrero es un experimentado director de obras finlandesas contemporáneas y en ésta ha dejado toda su impronta y carácter.
El recurso estilístico de la radio antigua sonando y contando la historia le da
un ambiente muy de los años 40, aunque Aliide vive ahora en 1992, recordando,
rememorando constantemente.
Los
flash back están muy conseguidos, con una Aliide anciana (Ana Pimenta)
retorciéndose con sus recuerdos en un segundo plano, mientras la joven Aliide (Sandra Farrús) interactúa
con su marido, el comunista Martin (Borja Fano).
La
vieja Aliide pela una remolacha, integrando su frugal alimento con el
mobiliario ajado que acompaña su existencia, a pesar de tener ciertas tierras
colindantes, motivo por el que a su hermana la internaron.
Los
mafiosos se lavan, Zara (Nina Ikonen) se lava, todos se lavan ...
El agua como purificadora, un agua fría estancada que disuelve la sangre vertida y permite sobrevivir.
Una obra y unos actores
La
obra está resuelta con maestría, bajo una dirección que sabe de historias
bálticas de crímenes.
La
escenografía y la ambientación musical nos hacen darnos cuenta en seguida de
que estamos ante una representación de una magnitud mayor.
También
los actores están a gran altura y su profesionalidad no los delata en cuanto que tan sólo llevaban ocho representaciones a la fecha de esta crítica.
Nina
Ikonen es una magnífica Zara, con dos picos interpretativos cuando llama a la
puerta de Aliide y cuando la agrede; Ana Pimenta está muy creíble en su papel
de viuda desgastada y en su caracterización; y Sandra Farrús hace brillar de
tal modo su personaje de Aliide joven que se lo ha puesto muy difícil a quien
quiera sustituirla.
David
Macías (Hans) está sobresaliente y muy centrado; completan el plantel
Borja Fano, en los papeles de un ambiguo y
a veces brutal Martin y de Lavrenti, que resuelve con corrección. Álvaro Garayalde
recrea un mafioso violento y lascivo al que acaba perdiendo su ambición.
La impresiones de un espectador
Aquí la mujer aparece constantemente como objeto sexual sin oposición posible. Y es un fuerte alegato antirruso, anticomunista y contra el sometimiento de la mujer al hombre, que se desarrolla en un opresivo ambiente rural de envidias y sospechas, contrapuesto a la ciudad, más abierta y tolerante y destino final de una Zara purgada y libre, que deja a Aliide limpia de espíritu por haberla ayudado a escapar, como resolviendo la deuda pendiente de su atribulada juventud.
Aunque la versión de Herrero no es literal a la de la autora sí capta todas las esencias y muchos de los matices, por lo que me gustaría aventurar que la intensidad con la que está tratada esta obra la convierte en sospechosa de autobiográfica y una verdadera "purga" para la autora.
Apuntes
Purga se representó hasta el 3 de noviembre de 2012 en el teatro madrileño La Cuarta Pared, con llenos casi diarios y una excelente acogida de público, a tenor de las críticas recogidas por los pasillos. La impresión general no deja lugar a dudas: muy fuerte.
Apuntes
Purga se representó hasta el 3 de noviembre de 2012 en el teatro madrileño La Cuarta Pared, con llenos casi diarios y una excelente acogida de público, a tenor de las críticas recogidas por los pasillos. La impresión general no deja lugar a dudas: muy fuerte.
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